La somnolencia en el adulto mayor y su impacto en la salud

De acuerdo a la posición que tiene la Asociación Americana de Medicina del Sueño (AASM), las personas menores de 65 años deberían dormir entre 7 a 8 horas por noche.

Y es que, el dormir es una función biológica esencial, el cual genera efectos fisiológicos y psicológicos a través de la vida lo que nos permite:

1.      Depositar y consolidar nuestras memorias (vital para el aprendizaje).

2.      Mantener una mejor salud mental y física.

3.      Restablecer la habilidad de concentrarse y prestar atención.

4.      Regular nuestro metabolismo.

5.      Recuperar y reparar nuestros músculos de la actividad diaria.

Es importante tener en cuenta que durante el proceso de envejecimiento, la duración del sueño nocturno disminuye y se incrementa la siesta diurna. La prevalencia de la siesta diurna puede ser entre el 22% a 61% con un incremento del número de siestas por semana del adulto mayor (edad media= 78 años) con respecto al adulto joven (edad media= 30 años) en ~ 3.4 versus 1.1. Por esto, es necesario que el médico tratante evalúe a la persona adulta mayor sobre su problema del sueño, determinar si la siesta que reporte es o no intencional. Y es que, ¡una siesta no intencional puede estar relacionada a un desorden del sueño! 

Las causas de la alteración del sueño en la población adulta son varias e incluyen:

a.       Conductual: La toma de siestas y la no necesidad de continuar con un horario regular para acostarse y levantarse luego de retirarse.

b.      Médicas: Dolor crónico, enfermedades del corazón y pulmones (insuficiencia cardiaca, arritmias, asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica).

c.       Medicamentos: Diuréticos, esteroides, sedantes, relajantes musculares, hipnóticos, etc.

d.      Psiquiátricos: Depresión, ansiedad.

e.      Desórdenes del sueño: Apnea Obstructiva del Sueño (AOS), insomnio, síndrome de piernas inquietas (RLS, por sus siglas en inglés), trastorno de conducta del sueño REM.

La prevalencia de desórdenes del sueño en adultos mayores es significativa ya que el 50% reporta una alteración crónica del sueño y el 43% reporta problemas para iniciar o mantener el sueño (insomnio). A este dilema se agrega que el 46% reporta polifarmacia (consumo de > 3 medicamentos), entre los cuales suelen encontrarse:

1.      Sedantes: antihistamínicos, agentes anticolinérgicos, antipsicóticos, antieméticos, Parkinson, opioides.

2.      Estimulantes: Pseudoefedrina, cafeína, agonistas de receptores B, esteroides, teofilina, medicamentos antidepresivos, modafinilo, metilfenidato.

El insomnio y la AOS son los desórdenes del sueño más comunes. Lamentablemente, 80% de personas con AOS continúan sin el diagnóstico ni tratamiento adecuado, generando el incremento de la morbilidad y mortalidad debido a que se incrementa el riesgo de insuficiencia cardiaca congestiva (ICC), accidente cerebrovascular (ACV), fibrilación auricular (FA), diabetes mellitus tipo 2, somnolencia diurna excesiva, y deterioro cognitivo temprano. La incidencia de ICC y FA se ha asociado con un incremento en pacientes con apnea central del sueño con respiración de Cheyne-Stokes.

Por último y a modo de conclusión, es importante señalar lo siguiente:

·        La población adulta mayor tiene una prevalencia significativa de trastornos del sueño (AOS, insomnio).

·        La somnolencia en el adulto mayor no debe considerarse un síntoma fisiológico inherente a la edad.

·        La somnolencia diurna excesiva no es normal y debe buscarse atención médica. No debe asumirse estar relacionado únicamente a la AOS.

·        El adulto mayor con sospecha de la AOS debe ser evaluado con el procedimiento diagnóstico y terapia (CPAP, terapia posicional) correspondiente sin considerar la edad un criterio de exclusión.

·        Determinar el mejor tratamiento para el adulto mayor. Con el sustento de la literatura médica sobre el gran costo económico en relación a la AOS no tratada, debe ser considerado el diagnóstico y tratamiento de la AOS una prioridad así como una gran oportunidad de desarrollo tanto en el ámbito asistencial como de investigación.

Tener presentes todos estos detalles te permitirán cuidar de tu salud y la de tus familiares y consultar así con un médico especialista en medicina del sueño a tiempo. ¡Recuerda que una buena salud física y mental incluye un sueño saludable!

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